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30 de noviembre de 2009

¿Cuáles son sus galletas favoritas?

Es sorprendente como existen variedad de gustos, colores y sabores. Pero más increíble es convivir con muchas personas todos los días y no conocer cosas simples de él o ella. Puede ser que sepamos cosas clásicas como color favorito, comida preferida, refresco, serie de televisión, equipo de fútbol, marca de ropa, etc; pero nos olvidamos de lo simple. Hoy por la tarde con el hambre de por medio y sin acceso a un supermercado, me fui a la cocina del trabajo a buscar algo que comer en la venta improvisada de chucherías de un compañero. Abrí la sección de galletas y busqué chiky o cremitas, aunque habían muchos tipos más. Me devolví pensando que siempre escojo el mismo tipo de galleta. Viéndolo de una forma más profunda y fría creo que hasta podría definir en parte algo de mi personalidad. Así que me entró la duda de hacer una encuesta express para ver que elegirían las personas. La verdad es que me dio mucha gracia relacionar las galletas con la persona, porque en algunos casos a mi parecer calzan perfectamente. Los resultados están así:
  • El 50% seleccionó alguna galleta que contiene chocolate en su composición, aunque de distintas marcas.
  • Solo una encuestada prefiere las galletas de avena, y para ser sincero era justo de quien esperaba la respuesta menos común, por lo que no me equivoque.
  • El promedio de edad es de 22.5 años.
  • El diseño y color del paquete es sumamente importante ya que algunas no conocen el nombre de la galleta. Por ejemplo solo saben que son de la compañía Nestle y que el empaque es rojo. No se que pasará con Nestle el día que cambie el empaque.
  • Solo una persona prefiere galletas con relleno de fresa. Debe ser por esto que casi no se encuentra ya en el mercado.
  • La mayoría de encuestadas tiene dos galletas favoritas por si no encuentra la primera opción. Lo curioso del asunto es que la segunda opción suele no tener nada de parecido con la primera. Por ejemplo: galleta de chocolate o sino galleta de limón.
De todo esto me queda algo claro, nadie me dijo que no le gustan las galletas. Así que debe ser un buen negocio, pero habría que estudiarlo más a fondo. Nos vemos!

24 de noviembre de 2009

Ascenso al Chirripó

Esta es una narración que realicé de mi viaje al Chirripó hace algunos meses. Decido publicarla para que aquellas personas que no han subido se animen y conozcan este hermoso lugar de nuestro país. Ojalá les guste.
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Después de meses de planes fallidos al fin logramos ponernos de acuerdo mi papá, mi novia y yo y decidimos emprender la subida del punto más alto de Costa Rica, el cerro Chirripó (3820 msnm). Por cierto que este cerro ocupa el puesto 38 a nivel mundial entre los más altos del mundo.

El viaje quedó pactado para el 15 de setiembre, los exploradores que asumimos el reto fuimos:


Scarlett Brenes Sánchez

Detalles de interés: Estudiante, contadora, ex-porrista, un poco atarantada y hoy por hoy mi novia, estresada por naturaleza, de memoria a corto plazo (entiéndase MUY CORTO PLAZO).

Experiencia: La cuesta del barrio para coger el bus, subida del volcán Barva en medio del barro en enero pasado, subida del cerro Cedral en Ciudad Colon a las 11am debajo de un sol como iguanas, las gradas para subir al segundo piso de la oficina en el BCR.


Víctor Hugo Carvajal Chavarría

Detalles de interés: es mi papá, contador, liguista, hiperactivo en todo el sentido de la palabra, no deja dormir ni a mi mama un domingo y en este viaje no fue la excepción.

Experiencia: Subida de los principales cerros de Ciudad Colon como Cedral, Quitirrisí, Achiotal, caminata a rodeo, caminata Piedras Negras - Jarís, bajo Sardinal, etc. (Evidentemente esta mejor preparado).


Víctor Hugo Carvajal Rivera

Detalles de interés: novio e hijo de los anteriores exploradores, ingeniero en sistemas, tranquilo y conciente de su estado físico (no pretendía subirlo en menos de 10 horas jeje), el mejor novio sin lugar a dudas, músico ocasional.

Experiencia: Prácticamente la misma que Scarlett, solamente que me inscribí en el gimnasio una semana antes de la subida para tratar de hacer en 5 días lo que no hice en más de un año (obviamente no fue suficiente)



Listos y pesados lo equipajes, tomamos la foto de inicio, nos despedimos y aprovechándonos del día patrio de independencia, salimos con rumbo a San Gerardo de Rivas de Pérez Zeledón. Hicimos la primera escala del viaje solo media hora después para recoger al último miembro del equipo y muy importante para mí, mi novia. Después de casi 4 horas de viajar y una pequeña confusión en Pérez Zeledón llegamos al Hotel Urán. Se ubica a tan solo 75m de la entrada al parque nacional.

Después de desempacar solo lo necesario, subimos a ver la entrada que en unas horas seria el génesis de ese largo camino. Después de una buena cena y con la mente pensando solo en lo que nos esperaba, fuimos a dormir. No se cuanto tiempo paso pero se me hizo eterno hasta que cerca de las 4am nos levantamos a preparar todo para el ascenso.

Tratamos de alivianar el peso de los bultos sacando lo que en última instancia nos pareció innecesario. Después de desayunar y aplicar Cofal en todas las zonas visibles de la cintura hacia abajo, decidimos colocarnos los bultos que serian nuestros más cercanos compañeros en todo el recorrido. Bastones en mano y cobijados por el frío de lo que aun restaba de noche dimos los primeros pasos.

El termómetro

Este nombre lo tenia resonando desde el día anterior que un porteador nos comentó que este era el nombre del primer ascenso de 1km, el cual sirve para que cada caminante se mida y tome ritmo (si es que se tiene alguno) para lo que se viene. Mi papá tomo la delantera como era de esperarse. Acordamos tener comunicación vía radio a lo largo del camino. Minutos después de estar luchando por no sobre calentarnos en el termómetro, recibimos el primer aviso por radio de mi papá que ya había llegado al final de este primer round de subidas y bajadas. Minutos más tarde y ya con algunas cuantas fotos tomadas, Ska y yo alcanzamos la primera meta con un retraso de 20 minutos para la estricta agenda de ascenso de mi novia.

Los monos

Es el segundo tramo de camino que aun no se porque tiene ese nombre, si no se ve uno solo de estos animales. Talvez sea porque tiene sus partes empinadas que bien quisiera uno agarrarse de alguna que otra rama. Ya aquí uno comienza a darse cuenta que talvez si le falto un poquito de práctica para no cansarse en esas cuestas. Pero nada de que preocuparse, seguimos adelante hasta escuchar por radio la segunda comunicación de mi papá que ya estaba por el kilómetro 4. Ya teníamos un atraso de más de 45 minutos según Ska. Al fin y después de una dura lucha que incluye trepar más de 200 gradas de madera llegamos a un portón, donde oficialmente comienza el área de conservación La Amistad. Ahí nos esperaba mi papá bien sentado en una banca. Llegamos un poco cansados, Ska no tanto, pero yo si estaba un poco resentido de andar cargando los poco mas de 10kg de mi montura (bulto). Descansamos unos minutos mientras mi papá continuaba el camino y nosotros tomábamos un poco de agua.

Medio camino

Después de cruzar el famoso portón el asunto se comenzó a poner un poco mas cansado porque comienzan a aparecer unos (por no decir miles) de incómodos moscos que lo acompañan a uno por casi 2km de travesía. Así que entre las cuestas, el calor del sol que ya empezaba a asomar y los terribles bichos metiéndose en orejas, nariz y ojos, seguimos el camino a un paso un poco más lento. Después de pasar la extraña parte de los bichos se encuentra uno con unas gratificantes bajadas y unos planos como de un kilómetro de largo, donde debíamos reponer según Ska el tan valioso tiempo perdido. De acuerdo a la última comunicación de mi papá había un albergue a mitad de camino, exactamente como a 7.5km del inicio, donde se podía recargar agua otra vez. Al saber esto no escatimé en abusar del poco líquido que me quedaba ya que iba a poder recargar en unos minutos. Además cada uno de nosotros guardaba una bebida hidratante para cuando el asunto se comenzara a poner rudo. Tras casi media hora desde la llamada de mi papá llegamos al famoso albergue de medio camino. Ya mi papá estaba cansado de esperarnos. Ahí nos detuvimos unos 15-20 minutos para comer algo del enorme sándwich que Ska ordenó en el restaurante del hotel para comer en el camino (gracias a Dios).

Eran cerca de las 10 o 10:30am y venían bajando unos porteadores con su caballo y nos dijeron tranquilamente - "ya van tarde, deberían ir por lo menos dos kilómetros más arriba" -. ¡Excelente! como sino fuera suficiente el estrés vivido por la presión de cumplir al agitado itinerario que tenia planeado Ska, ahora estábamos más que retrasados. No entiendo porque si eran mis vacaciones y no tenia ninguna presión, pero bueno. Terminamos el descanso, recargamos las fuerzas y nos pusimos en camino a lo que nos dijeron sería la parte más dura del trayecto.

Cuesta del agua - Monte sin fe

Apenas deja uno de ver el albergue desde el camino, se da cuenta de la dura realidad del asunto. Esta cansado, cargado, con hambre, sin fuerzas, con frío y sudando como un chancho. Justo en medio de esas calamidades se encuentra un rótulo en el camino que dice “Cuesta del agua”. No se si el nombre de la cuesta es porque no se para de tomar agua como un camello para aguantar subirla, o talvez, porque fue justo ahí en medio del desánimo por semejantes trepadas que comenzó a llover. Entonces hay que correr a ponerse el incómodo poncho para que no se moje el sleeping, no vaya a ser que tenga uno que dormir en una cama literalmente de agua en la fría y tiesa cama del refugio. Entre los kilómetros 8 al 10, ve uno que en verdad no tiene condición ni cerca de la necesaria para subir semejante cosa. Pero no le queda de otra, hay que seguir, eso si, comienza la etapa de "arratonamientos". En mi caso si ya traía un ritmo un poco modesto (por no decir lento jeje) aquí el asunto cambió. Era más una lucha por la supervivencia con cada paso que unas vacaciones laborales. Se convirtió en un verdadero esfuerzo físico, lo único que motiva en esta situación es saber que se está más cerca del albergue en base Crestones, que devolverse hasta el cómodo hotel. Se podrán imaginar el estrés que vivió Ska en este trayecto, ella la verdad tiene muy buena condición. Hasta intentamos cambiando los bultos, cosa que no funcionó. El problema no era el bulto o el peso, el problema básicamente era ¡yo! Mi papá llevaba un ritmo arrasador, después del Km. 8 me olvidé de siquiera llegar cerca de él. Ya no me importaba ningún tiempo. Hasta pensé que gracias a Dios había echado un foco para poder caminar cuando me alcanzara la oscuridad pasadas las 6pm. Ska siguió ahí tratando de ayudarme y estresarme en cada oportunidad que tuvo. No se la verdad cuanto duramos en llegar al rótulo del monte sin fe, que por cierto no podía llamarse mejor. Cuando llegamos ahí yo ya la había perdido casi toda (la fe). La poca que me quedaba fue por el resto del sándwich que Ska me guardo. Me lo comí recostado a un tronco en medio del sendero. Ahí mismo gaste medio tarro de Cofal tratando de sacarme los múltiples "arratonamientos" que tenia. Bueno, pero irónicamente cuando se llega al monte sin fe todo cambia. Después de este peculiar punto sigue un tramo de casi 3km de puros planitos y bajadas, que son un poco preocupantes por cierto, porque se pierde mucha altura ya ganada con mucho sudor, que en algún momento se va a tener que subir otra vez. En este trayecto todo fue color de rosas, tratando de recuperar el irrecuperable tiempo que según Ska teníamos de retraso. La verdad en este punto no me importaba lo que dijera, yo iba a mi ritmo. Y es que aunque hubiera querido, no podía ir más rápido. Estaba acabado. Caminando por el sendero en medio del páramo y el filo de la montaña logramos comunicarnos con mi papá que ya estaba listo para comenzar a subir el último trayecto. Nos dijo que había agua para recargar en ese punto. Eso fue una buena noticia. Solo restaba caminar unos kilómetros más.

La cuesta de los arrepentidos

Llegamos a la toma de agua, justo al lado hay un rótulo casi caído que dice sin ningún complejo: "Cuesta de los arrepentidos". Curioso nombre, se podría pensar. Sin mucho alargue comenzamos el último tramo de 1.5km según el rótulo informativo. Los primeros 500m no tuvimos mayor problema. Nos detuvimos por una foto en otro rotulito que indicaba que el albergue estaba a 1km más arriba. Sin darme cuenta comenzamos a avanzar y deje botada mi cantimplora, por lo que decidí devolverme con todo el pesar que esto envuelve, porque ya eran metros ganados. Ska siguió con ambos bultos hasta donde pudiera avanzar mientras yo volvía. Encontré el recipiente y emprendí el regreso. Pude ver a Ska muchos metros arriba. Ya el cansancio era salvaje, no podía dar más de 20 pasos sin tener que descansar. Después de obligar a mis piernas a cargarme hasta donde estaba Ska tome un largo descanso del que creí no poder levantarme. Con la poca energía que tenia guardada logré levantarme y seguir a paso de caracol. Ya eran casi las 4pm y Ska estaba más que tensa con la situación. Subimos unos cientos de metros más en medio de las piedras sueltas del camino con el hambre a cuestas. Di unos pasos más y caí muerto sobre una piedra. Estaba destruido, acabado, muerto, pesado, hambriento, desmotivado, ¡casi arrepentido! Ska avanzó algunos metros más y esperó a que yo me incorporara de mi estado vegetativo. Logré avanzar talvez unos 10 o 12 metros y volví a caer otra vez. Ya estaba todo acumulado, ya no podía más. Simplemente era demasiado para mi. En medio de la agonía apareció mi papá cerro arriba después de un par de horas de no tener ningún contacto por radio. Llegó para salvarme del agotamiento. Me ayudó con el bulto por últimos 800m de camino. La única fuerza que me quedaba era la que mencionaba un rótulo muchos kilómetros atrás, ¡la fuerza de voluntad! Todo lo demás se había ido. Llegamos a los 500m finales. Casi podía ver el albergue después de semejante travesía. Solo restaron un par de minutos para verlo y saber que habíamos alcanzado los 3393msnm que se encuentra la base Crestones. Habíamos llegado, yo llegaba destruido pero había llegado.

Primera noche

Después de semejante hazaña, con las piernas temblorosas, entramos al frío del albergue donde mi papá nos llevo al cuarto. A lo largo del viaje venía pensando que iba a llegar y me iba a bañar y luego iba a comer. De hecho traía advertida a Ska que si no se bañaba yo ni me le acercaba. Pero cuando uno toca aquella agua se le olvidan los litros de sudor que lleva encima y lo rico que huele. Está tan fría el agua que ni ganas de lavar el vaso dan. Es casi seguro que si uno quedó medio enfermo de la subida y se mete a bañarse, no hay quien lo levante más de la cama, fijo o le da hipotermia si tiene suerte, o sino ahí mismo cae tieso. Gracias a Dios y a la hiperactividad de mi papá que ya tenía la comida lista, se había registrado, cambiado de ropa, ordenado el cuarto y había tenido tiempo para hablar con alguno que otro caminante en la cocina, pudimos sentarnos a comer de una vez. Nos contaron que no servía la planta de energía porque el nivel del agua estaba un poco bajo, así que todo iba a ser a punta de foco después de que se apagara lo poco que quedaba de sol. Yo pensé que eso era bueno porque así a las 7 máximo íbamos a estar durmiendo para reponernos de aquella salvajada. No me equivoqué. A las 7 de la noche todos parecían gallinas buscando palo donde dormir, y claro nada mejor que enrollarse en el sleeping. Eso si antes de empacarse dentro, uno se pone encima todo lo que pueda ayudar contra el frío. En mi caso ataqué el frío con lo siguiente: boxer, buzo, camisa, suéter, bufanda, gorro, guantes de lana, doble media y por supuesto el sagrado sleeping. Lo que nadie le dice a uno es que aquella cama es tan súper fría y que no se va poder salir del sleeping en toda la noche. Entonces aquel sleeping que tanto costó subir hasta ahí, se vuelve casi un sarcófago y a uno no le queda de otra que asumir la posición de momia dentro de aquel incómodo espacio. Cierra los ojos y se duerme creyendo que va a pasar directo hasta mañana, pero no es así. A las horas de estar durmiendo se despierta talvez incomodado por la posición o por el hecho de nadie pensó en llevar almohada y que ya tiene el cuello mas tieso que el colchón. Entonces el asunto se complica, porque solo tiene dos opciones, o se hace el loco y pasa una noche de perro luchando contra el colchón y el sleeping, o asume alguna extraña posición fetal y se arriesga a amanecer con tortícolis. Yo no podía más, me sentía ahogado, adolorido, incómodo. Decidí salirme de la bolsa para ir al baño, total según yo ya iba a amanecer. Cuando me levanté y vi el reloj me di cuenta que apenas iban a ser las 11 de noche. El problema de no tener luz es que las noches duran como 10 horas y a usted no le queda de otra que pasar metido en la bolsa. Ya resignado traté de volver a auto-empacarme paro no hubo manera, mi sleeping no cerraba. Aparte, el frío ya me estaba entrando otra vez. Hice un poco de escándalo y levanté a Ska. Ella bajo y me ayudó. Me frotó con Cofal y me selló en la bolsa hasta el día siguiente.

Subida al Chirripó

No se a que hora se levantaron Ska y mi papá solo se que me llamaron para desayunar. Después de comer y cambiarnos nos dispusimos a caminar hasta el cerro Chirripó, que era en realidad por lo que habíamos venido. Me embarré todo lo que pude de Cofal para tratar de disimular el dolor y salimos con comida y cámaras en mano. Son 5.5km más desde el albergue. Se tiene que caminar por un valle rodeado de grandes picos rocosos. Se pueden ver los Crestones por un buen rato hasta que quedan atrás y se entra en el valle de los conejos. No hay ninguno de esos animales por cierto, o al menos no vimos ninguno nosotros. Lo que si hay son algunos pájaros pequeños. Caminamos sin problemas por el valle, tomando fotos y viendo los hermosos paisajes. Mi papá siempre adelante y Ska estresada con el tiempo para no perder la costumbre. Teníamos varios cerros grandes al frente y a cada rato cambiamos de decisión sobre cual sería realmente el Chirripó. Luego de un par de horas de caminar lo pudimos ver a lo lejos en medio de dos grandes guardianes. Cuando se ve por primera vez impresiona, porque es bastante inclinada la pendiente para llegar hasta la cima. Caminamos hasta llegar al punto de ascenso final. Antes nos detuvimos a tomar algunas fotos y sucedió lo fatal del viaje. El pedazo que me quedaba de cámara se cayó por dejar el bolso abierto y pegó contra una piedra centenaria y murió. Lo poco de cámara que me había dejado mi hermana terminó de morir contra una simple piedra al pie del Chirripó. Por dicha Ska traía la de ella, sino, nos hubiéramos quedado sin la clásica foto. Ya en el punto de ascenso final pudimos ver a mi papá donde iba como una cabra montés arañando para subir los últimos metros llenos de piedras. Ska y yo comenzamos a subir. Hicimos tres paradas para tomar algunas fotos de los impresionantes lagos que se ven desde ahí. Después de toparnos con unos muchachos que venían bajando dimos los últimos pasos y al fin logramos llegar a la cima cerca de las 10:30am. Ahora si no había un punto más alto donde ir, como había sido siempre durante el viaje. Estábamos en lo más alto, solo 37 picos son mas altos en el mundo que este. Podíamos respirar y ver los grandes lagos y picos vecinos. No podía faltar la inspiración que le entra a uno después de tanto esfuerzo. Para eso hay un libro oficial donde inmortalizar la hazaña y quedar en las páginas de la historia del parque nacional. Comimos algo y tomamos agua suficiente. La vista era impresionante. No podía faltar la famosa bandera y el rótulo que indica la altura “Cerro Chirripó 3820msnm”. Ahí mismo tomamos las fotos memorables y descansamos un rato. Después de media hora de ser los más altos de Costa Rica emprendimos el regreso a la realidad que nos tomaría otras dos horas sin ningún contratiempo.

Crestones

Ya de regreso en el albergue almorzamos y nos tiramos a descansar un rato dentro del ataúd (sleeping). Teníamos planeado intentar el ascenso a los Crestones a eso de las 3pm para ver el atardecer. Pasado el rato de descanso y venciendo la pereza nos volvimos a cambiar para continuar con la caminada. Mi papá prefirió no ir a los Crestones y se quedo hablando en la base con los otros caminantes. Ya fuera del albergue Ska comenzó a caminar, yo por el contrario comencé a sufrir una vez más como era de esperar. Me consoló un letrero que indicaba que era cuestión de unos 45 minutos más de sufrimiento para estar arriba y ver el sol meterse a lo lejos sobre el valle del general. Como siempre no se puede hablar antes de la hora. Fue pasando el bendito letrero y el clima se puso en contra nuestra (mía más bien). Comenzamos a subir a un ritmo un poco lento. Ya sobre la marcha e invadido por la frustración de ver el interminable sendero, pude ver algo parecido a un atajo sobre una curva a la izquierda. Fue entonces cuando cometí el error de decirle a Ska que podía ser un atajo a los Crestones. La mujer sin pensarlo dos veces, ni medir la hora que era y el desconocimiento absoluto de la zona se dejó llevar como una hoja en el viento. Cuando la vi había cambiado de rumbo, ahora iba camino arriba por el recién conocido atajo. Al comenzó estaba claro y bien marcado, pero conforme avanzábamos el trecho se iba haciendo más pequeño, escarpado y dudoso. Para complicar el asunto nos cayó encima una neblina que no nos dejaba ni siquiera vernos entre nosotros. Ska iba primera como siempre tratando de descifrar el desaparecido camino. Pasados unos 15 minutos decidí tenderme a la suerte en una cómoda piedra mientras Ska jugaba de Indiana Jones entre la maleza. Cuando no encontró más camino simplemente se hecho al monte así no más y me gritó que se habían robado el sendero. Sinceramente no creo que nadie se lo hubiera robado, más bien pensé que de hecho nunca existió. La mujer no quiso avanzar más. Ahora si quería que yo la ayudara a buscar el camino. Tuve que levantarme y trepar como un mono agarrándome de cuanto palo había para subir. Cuando llegue a una especie de claro, pude ver a Ska metida entre el monte, las piedras y la neblina siguiendo lo que ella decía era el sendero. Me quedé viendo aquella triste escena. Ska parecía más bien a pie grande atorado entre las ramas con el monte hasta la cara buscando un camino fantasma. No se la verdad porque ella se metió por ahí. Le tuve que gritar que parara ahí mismo, antes que el monte se la tragara. Ya juntos y como no había camino, y yo no pretendía que la cruz roja nos fuera a buscar al otro día, le dije que cambiáramos de dirección por donde yo creía que podía ser el camino (que por cierto no incluía ni monte ni ramas peligrosas). Seguimos avanzando sin rumbo definido entre la espesa y fría neblina. Ya eran las 4 de la tarde y estábamos en medio nada. Seguimos camino arriba y sin darnos cuenta nos volvimos a montar en el sendero original. Al final el trillo loco si resultó ser un atajo. Apretamos el paso para llegar a los Crestones que ya comenzaban a verse muy cerca mientras se disipaba la neblina. Caminamos hasta la base de las grandes piedras y nos tomamos las fotos. El atardecer nos lo tuvimos que imaginar porque del sol no vimos ni un rayo. Es un lugar muy chiva, si se observa con cuidado se puede ver la cara de un Cacique indígena en la silueta de la piedra, o al menos eso vimos nosotros. Estuvo despejado unos minutos y luego volvió a caer el velo blanco. Comenzamos el descenso, eso si, sin meternos por ningún atajo. Algunos cientos de metros abajo se llega a una piedra desde donde se puede ver el techo del albergue a la distancia y se aprecia lo pequeño que es, en comparación con aquellos monstruos de tierra y piedras. Es una vista linda, amplia y verde. Terminamos de bajar hasta la base, nos cambiamos y listos para comer.

Segunda noche

La segunda noche en base Crestones no fue muy distinta a la anterior. Tratamos de comer todo lo que habíamos mandado subir con los porteadores, ya que del Chirripó nadie quiere bajar nada. Es preferible dejar cocinas, utensilios, latas, cilindros de gas, cajas de cereal o cualquier otro neceser antes que cargar un solo gramo de regreso. Es curioso porque en las recomendaciones oficiales del parque aconsejan traer de todo, pero la verdad es que sobran cosas. Al menos nosotros dejamos un sartén y la olla que llevábamos junto con las muchas cosas que se pueden encontrar abandonadas en la cocina del albergue. Después de comer y escuchar una que otra historia de los turistas nos fuimos a dormir, no sin antes realizar algunas llamadas a la casa desde el único teléfono público en buen estado del albergue. Nuevamente la frotada con Cofal y asumir la posición tipo momia. La noche es igual de incómoda, la diferencia es que ya no hay presión por levantarse excesivamente temprano, ya que lo único que resta es la bajada hasta Rivas. Ya listos y empacadados como sardinas, caímos rendidos hasta la mañana del Viernes siguiente.

La bajada

Al día siguiente nos levantamos a eso de la 5:30am para desayunar y alistar todo para el regreso. Empacamos el desorden de la habitación, volvimos a tomar los bastones de apoyo, nos ensillamos y emprendimos el largo trayecto. El regreso no tiene ninguna cuesta significativa, el gran problema es el impacto del peso en las rodillas durante los 15Km de bajada hasta el hotel. Los primeros 5 o 6 Km son una belleza porque el dolor aun no empieza. Aunque íbamos bajando mi novia no estuvo tranquila y aprovecho cualquier descanso para recalcarme que cuando volviéramos íbamos a durar por lo menos 3 horas menos de ida y de vuelta. Pasamos el albergue intermedio y estuvimos poco rato con las personas que iban en sentido contrario hacia la base de Crestones, les dimos ánimos y continuamos. A partir del kilometro 7 se comienza a sufrir un poco. De hecho yo sufrí mucho más bajando que subiendo. Ya por el kilometro 10 de caminata en medio de la lluvia, el sudor acumulado de 3 días y el dolor de piernas solo se piensa en ver el rótulo del termómetro que indica el fin del calvario. Mi papá tomó la delantera mientras Ska y yo seguíamos rezagados como siempre. Cada paso era un dolor terrible en las rodillas. Yo solo pensaba como iba a manejar de regreso a San José en esa condición. Íbamos contando cada kilómetro aunque en más de una ocasión se nos pasaron los letreros. Cuando nos dimos cuenta estábamos en el kilometro 2. Solo restaba bajar los monos y el termómetro para llegar a comer y bañarse al fin. Tuvimos que bajar con bastante cuidado los últimos cientos de metros porque estábamos súper tiesos. Casi sin darnos cuenta en una curva pudimos ver los techos del hotel, lo que indicaba que la agonía llegaba a su fin. Solo pasaron unos 5 minutos para estar justo en el punto donde habíamos comenzado el viaje 3 días atrás. Definitivamente la bajada es mucho más pesada que la subida. Pero ya estaba hecho. El cerro Chirripó era ahora una historia más que contar y una meta más que gracias a Dios pudimos cumplir sin ningún problema mayor. Subimos al Chirripó y volvimos para contarlo. Después de bajar solo queda la satisfacción de haberlo alcanzado, no importa cuánto costara, o los miles de músculos adoloridos en el momento. Lo importante es que por unos minutos estuvimos arriba y fuimos más altos que cualquier otra persona en el país. Costó bastante llegar a la cima y ahora estando abajo de nuevo, solo queda el deseo latente de algún día volver a alcanzarlo.


[Víctor H. Carvajal]